Hola a todos!
Como recordarán hace justo un mes, subí una entrada en la cual compartí con ustedes un pequeño poema que un amigo había escrito, junto con una grabación donde el mismo lo narraba, en esta ocasión no es Mike de quien les voy a hablar, sino de José Luis, aunque el prefiere que lo llamen por su apellido: Borjas (tomen nota, este es el primer síntoma de una persona complicada).
Una de las primeras cosas que le dije cuando empece a hablar con el fue que se expresaba muy fácil y de un modo muy formal, y que si en verdad no le gustaría escribir en un blog. El me contesto "No tengo tiempo de pretender que a alguien le interesen mis nimiedades textuales", también me dijo que no escribía por que no le encontraba un sentido útil. (Segundo síntoma, ya que puede tomarse como que menosprecia a quienes escribimos).
Hoy, casi un mes y medio después de esa platica, Borjas me ha pedido que publique algo suyo aquí en el blog.
Ok, en realidad no me lo pidió, pero me dijo que leyera un pequeño cuento que escribió, cuando vi lo que me envió lo primero que dije fue que no era algo corto, mi opinión cambio después que lo leí, le dije que fue algo que definitivamente disfrute y que al contrario del principio sentí que era muy corto, también le dije que había algunas partes que cambiaría, que era una de esas cosas que no quieres volver a leer para no desgastar las lineas o hacer que pierda el sentido (A esto me refería en la reseña anterior), por ultimo le dije que tal vez era algo que podría aparecer en "Ayudando a un amigo".
Después de una larga introducción, con ustedes "Olga".
Bostecé vehemente, de manera mecánica. Impulsando con un rechinido, hacia atrás el respaldo negro y gastado de la vieja silla de oficina donde me hallaba sentada, aparté de mi rostro las livianas gafas para ver de cerca y me froté el ojo derecho con el dorso de una mano. Despabilé lentamente, despertando de apoco inconsciente del inmerso ensimismamiento letárgico en que caí inconcusa.
Pasaron dos segundos, quizás diez o quince, pudieron haber sido horas y nunca haberlo percatado, tenía la mirada fija al vacío de la nada, entre el blanco azulejo del suelo y la puntiaguda esquina de mi gaveta entrecerrada. Con pesadez, solté un resoplido que aún olía al café del medio día.
Sufrí exasperada y tediosa por el incesante traqueteo de los secos golpes de teclas ajadas en las opacas máquinas de escribir y los chirriantes sonidos del discar de los teléfonos descolgados, como violados por los lánguidos dedos de las otras oficinistas y las secretarias de turno.
Había olvidado por un leve instante dónde estaba y cuál era mi función en este lugar. Así hubiera querido pasar mi vida entera, flotando impune en el dulce sopor del desvarío hipnótico del aburrimiento; pero no sucedería, tan pronto como vale la pena lo sublime termina, efímero como el cruzar de dos miradas tristes un día por noche en un vagón de la estación, cuando dos almas en pena coinciden, en un estado de gracia, para jamás volverse a ver.
Quería entonces desdibujar mi letargo, revindicar la animosa altivez de una sonrisa forzada sobre las lúgubres sombras de la cotidianidad insoportable de este día igual a cualquier otro que haya tenido o tuviere por venir. ¿Pero qué sentido tendría monopolizar los cansinos movimientos del teclear de mis manos dolientes de atasco mecanógrafo si al finalizar el día, debiere insufrible aceptar el devenir de una copia de la copia de otra copia de los ciclos y jornadas por llegar?
Sentía mis días y sus logros archivados, tal cual aquellos documentos olvidados en los anaqueles traseros del cuarto de archivo. Miré con desdén el cálido halito nauseabundo de la cafetera, suspiré dispersando un aliento fúnebre, arrobada por la vida detrás de estos muros de tabla-roca y cubículos sepulcrales de donde no escapa el alma; allá donde en los campos arrulla el viento los pastos de abril y el lucero derrama su argenta luz tras desangrarse el alba.
Pero el pequeño reloj de pared, cínico y risible, inclinado y pesaroso al otro lado del despacho, renqueaba marchito rubricando las tres y siete de la tarde. Lo miré fijamente y a través de él, con la mente pinchada por segundos infinitos concentré el enfoque para perder el rumbo de mis pensamientos.
Y el calor atizó mi suplicio; era un día enfermo de fiebre y moribundo, el sudor acrecentaba calmoso en mi húmeda frente, como el roció matinal en las tiernas flores, pero sin la gracia gozosa del mismo. Los ventiladores de techo eran toscos y lentos, colmados de polvo y de mugre plasmada, los miré por un rato, discreta, y enjugué de mi frente el sudor con un pañuelo manchado de carmín y rubor.
Ya habían pasado algunos minutos. Sentí en aquel instante febril y agónico un sentimiento frío en mi interior. Recorrió por mis manos tipeando, por mis callos vivos tras la zapatilla, por el ceño marchito y mi busto oprimido bajo el sostén. –Asfixia– me dije, impactada. Y por primera vez en mucho tiempo había vuelto a hablarme a mí misma, como si hubiese olvidado, de alguna manera, que estaba ahí. ¿Pero quién?... O mejor dicho ¿Qué, es este “yo” que en nefasta infamia habito? Excluida de un todo que sin mí ya funciona, cuya armonía ni se rompe conmigo o sin mí, ni se inmuta por nada que sea yo capaz de hacer.
Y cuando la vida por sí misma no basta para saberme a afuera o adentro de las jaula absurda de mi propia existencia; cuando se pierden los nortes, los sentidos, los tiempos en el inmenso vacío de la ingravidez de la nada, de pronto despiertas, con los ojos siempre abiertos a observar lo que nos rodea, que no es más que un dobles de la nada, una arruga en su manto inmortal que se plancha de vicio y trabajo y pretextos.
Y da igual si se rompen las cadenas desgastadas de una libertad que nos vendieron los bancos, que se devaluó por sí misma, que dejó de ser lo que un principio se supuso sería.
Y ya no queda nada a veces que recordar y ni vale la pena el esfuerzo de lograr lo que no se tiene, lo que no se es y se pretende.
Y mientras atascaba con gula mi mente de pensamientos abstractos y nubes de hastío, había quienes ignoraban de todo y continuaban amenos, siguiendo el trazo inexorable de los bucles de las monotonías más grotescas que ofrece esta vida…
Y en la oficina regresó el silencio. Había, al fin, arribado la noche y junto a ella el final de una jornada indistinta y cansada. Giré la cabeza en torno a la soledad que me rodeaba, no quedaba adentro más vida que la mía y del jefe de área; era un hombre de mediana edad, una ruina de estrés que llenaba como cada noche los reportes del día, archivaba documentos y preparaba el plan de la mañana siguiente.
Recogí mis objetos personales y salí del despacho sin decir nada, crucé el oscuro pasillo que daba a la puerta de salida, mirando las molduras el suelo y las motas de polvo que danzaban lentas en las ventanas a la luz de los faroles de la calle. Crucé el umbral del inmueble, caminé a través de la urbe nocturna como cada día, rumbo al departamento donde habito; sin saber, que esta noche, sería la última de mi vida.
Pasaron dos segundos, quizás diez o quince, pudieron haber sido horas y nunca haberlo percatado, tenía la mirada fija al vacío de la nada, entre el blanco azulejo del suelo y la puntiaguda esquina de mi gaveta entrecerrada. Con pesadez, solté un resoplido que aún olía al café del medio día.
Sufrí exasperada y tediosa por el incesante traqueteo de los secos golpes de teclas ajadas en las opacas máquinas de escribir y los chirriantes sonidos del discar de los teléfonos descolgados, como violados por los lánguidos dedos de las otras oficinistas y las secretarias de turno.
Había olvidado por un leve instante dónde estaba y cuál era mi función en este lugar. Así hubiera querido pasar mi vida entera, flotando impune en el dulce sopor del desvarío hipnótico del aburrimiento; pero no sucedería, tan pronto como vale la pena lo sublime termina, efímero como el cruzar de dos miradas tristes un día por noche en un vagón de la estación, cuando dos almas en pena coinciden, en un estado de gracia, para jamás volverse a ver.
Quería entonces desdibujar mi letargo, revindicar la animosa altivez de una sonrisa forzada sobre las lúgubres sombras de la cotidianidad insoportable de este día igual a cualquier otro que haya tenido o tuviere por venir. ¿Pero qué sentido tendría monopolizar los cansinos movimientos del teclear de mis manos dolientes de atasco mecanógrafo si al finalizar el día, debiere insufrible aceptar el devenir de una copia de la copia de otra copia de los ciclos y jornadas por llegar?
Sentía mis días y sus logros archivados, tal cual aquellos documentos olvidados en los anaqueles traseros del cuarto de archivo. Miré con desdén el cálido halito nauseabundo de la cafetera, suspiré dispersando un aliento fúnebre, arrobada por la vida detrás de estos muros de tabla-roca y cubículos sepulcrales de donde no escapa el alma; allá donde en los campos arrulla el viento los pastos de abril y el lucero derrama su argenta luz tras desangrarse el alba.
Pero el pequeño reloj de pared, cínico y risible, inclinado y pesaroso al otro lado del despacho, renqueaba marchito rubricando las tres y siete de la tarde. Lo miré fijamente y a través de él, con la mente pinchada por segundos infinitos concentré el enfoque para perder el rumbo de mis pensamientos.
Y el calor atizó mi suplicio; era un día enfermo de fiebre y moribundo, el sudor acrecentaba calmoso en mi húmeda frente, como el roció matinal en las tiernas flores, pero sin la gracia gozosa del mismo. Los ventiladores de techo eran toscos y lentos, colmados de polvo y de mugre plasmada, los miré por un rato, discreta, y enjugué de mi frente el sudor con un pañuelo manchado de carmín y rubor.
Ya habían pasado algunos minutos. Sentí en aquel instante febril y agónico un sentimiento frío en mi interior. Recorrió por mis manos tipeando, por mis callos vivos tras la zapatilla, por el ceño marchito y mi busto oprimido bajo el sostén. –Asfixia– me dije, impactada. Y por primera vez en mucho tiempo había vuelto a hablarme a mí misma, como si hubiese olvidado, de alguna manera, que estaba ahí. ¿Pero quién?... O mejor dicho ¿Qué, es este “yo” que en nefasta infamia habito? Excluida de un todo que sin mí ya funciona, cuya armonía ni se rompe conmigo o sin mí, ni se inmuta por nada que sea yo capaz de hacer.
Y cuando la vida por sí misma no basta para saberme a afuera o adentro de las jaula absurda de mi propia existencia; cuando se pierden los nortes, los sentidos, los tiempos en el inmenso vacío de la ingravidez de la nada, de pronto despiertas, con los ojos siempre abiertos a observar lo que nos rodea, que no es más que un dobles de la nada, una arruga en su manto inmortal que se plancha de vicio y trabajo y pretextos.
Y da igual si se rompen las cadenas desgastadas de una libertad que nos vendieron los bancos, que se devaluó por sí misma, que dejó de ser lo que un principio se supuso sería.
Y ya no queda nada a veces que recordar y ni vale la pena el esfuerzo de lograr lo que no se tiene, lo que no se es y se pretende.
Y mientras atascaba con gula mi mente de pensamientos abstractos y nubes de hastío, había quienes ignoraban de todo y continuaban amenos, siguiendo el trazo inexorable de los bucles de las monotonías más grotescas que ofrece esta vida…
Y en la oficina regresó el silencio. Había, al fin, arribado la noche y junto a ella el final de una jornada indistinta y cansada. Giré la cabeza en torno a la soledad que me rodeaba, no quedaba adentro más vida que la mía y del jefe de área; era un hombre de mediana edad, una ruina de estrés que llenaba como cada noche los reportes del día, archivaba documentos y preparaba el plan de la mañana siguiente.
Recogí mis objetos personales y salí del despacho sin decir nada, crucé el oscuro pasillo que daba a la puerta de salida, mirando las molduras el suelo y las motas de polvo que danzaban lentas en las ventanas a la luz de los faroles de la calle. Crucé el umbral del inmueble, caminé a través de la urbe nocturna como cada día, rumbo al departamento donde habito; sin saber, que esta noche, sería la última de mi vida.
Fin
No se si después de leer esto puedan darse una idea del tipo de persona que es Borjas, no me siento mal al escribir esto, por que ya se lo he dicho a el (y es muy probable que también vaya a leer esta entrada). Les repito, es altanero, egocéntrico, vanidoso, prepotente, una persona que disfruta humillar a los demás haciéndose ver a si mismo superior, incluso en el modo en el que escribe y las palabras que decide emplear. A pesar de todo esto, es sin duda una persona con la cual disfrutas tener una charla amena, ok, olviden la palabra amena, mas bien una charla en la que constantemente tengas que defender tu punto de vista e ingeniártelas para dar buenos argumentos.
Y ustedes se preguntaran, porque lo considero un amigo si es que pienso todo eso de el, o porque publicar algo de quien dijo que no encontraba útil el escribir, y la verdad es que es un soplo de aire fresco el conocer a una persona así, no todos los días se puede entrar en un debate sobre los temas mas comunes, no siempre se tiene a una persona objetiva y que analiza sus opiniones antes de darlas, o alguien que tiene gustos literarios tan diferentes a los míos (por los cuales también se generan debates), en fin, no es común encontrar a alguien que compare el sudor con el roció de las flores.
Antes de publicar esto me gustaría agregar algo, y probablemente piensen que soy la persona mas confusa del mundo, pero, si bien es un soplo de aire fresco tener a alguien así, también me gustaría que esta persona fuera un poco (o mucho) mas amable y considerada, que pensara aunque sea por un instante en los demás y en las consecuencias que pueden tener sus palabras y sus acciones. No todo el mundo va a tomar de la misma manera un comentario. Y no se puede saber si esa persona se sentirá mal después, o si pasara horas analizando si hizo o dijo algo malo para merecer algo así. Todos necesitamos un poco de humildad... disculpen, creo que me salí un poco del tema jajaja.
Antes de publicar esto me gustaría agregar algo, y probablemente piensen que soy la persona mas confusa del mundo, pero, si bien es un soplo de aire fresco tener a alguien así, también me gustaría que esta persona fuera un poco (o mucho) mas amable y considerada, que pensara aunque sea por un instante en los demás y en las consecuencias que pueden tener sus palabras y sus acciones. No todo el mundo va a tomar de la misma manera un comentario. Y no se puede saber si esa persona se sentirá mal después, o si pasara horas analizando si hizo o dijo algo malo para merecer algo así. Todos necesitamos un poco de humildad... disculpen, creo que me salí un poco del tema jajaja.
Espero que hayan pasado un rato agradable leyendo "Olga", en cuanto al final, ni el mismo autor saber que fue de ella.
Me dio mucho gusto poder compartir con ustedes esto y no se olviden de dejarme un comentario, ya sea sobre la historia o ¿porque no? sobre Borjas en general, no se preocupen que yo me encargo que lea todo lo que escriban.
Cuídense mucho y nos leemos en la próxima entrada, un beso :)
P.d Creo que esta es la primera entrada que publico sin ninguna imagen pero no sentí que necesitara adorno alguno.
El texto me gustó, está bien escrito. Creo separarlo en parrafos lo harías más ameno porque de ese modo se ve sobrecargado. La monotonía, la falta de pasión... eso siempre es horrible y a la vez, ironicamente, una buena inspiración.
ResponderBorrarEn cuanto tu amigo: a mi también me gustan las personas con las que se puede debatir, argumentar y analizar cualquier tema, pero no me sorprende la actitud de superioridad. De hecho ya he conocí a varias personas así. Por suerte tambien hay/habemos quienes disfrutamos de las buenas conversaciones sin la necesidad del egocentrismo.
Por otro lado, es interesante esta sección, me gusta :3
Saludos.
Hola John!
BorrarVerdad que separado en párrafos seria mejor? yo también pensé lo mismo pero el autor es un divo y no sabia si se molestaría si cambiaba eso, así que con tu opinión y la mía de respaldo haré el cambio esperando que no me maten jajaja.
Muchas gracias por tu comentario :)
¡Hola Nadia! Tengo que sincerarme y decirte que este no es el tipo de literatura que leo, si creo que en cada párrafo se puede apreciar que tu amigo tiene talento aunque para el no sea algo importante la escritura. Su forma de escribir y de ser (por lo que vos contas) me hizo acordar irremediablemente a Borges. No se porque, tal vez porque ambos tienen una forma "parecida" de escribir, esa idea de usar palabras "elocuentes" o un dialecto que solo alguien "superior" disfrutaría.
ResponderBorrarEn cuanto a tener amigos con estas cualidades, no lo comparto totalmente, creo que el egocentrismo y la vanidez siempre hacen que una persona sea un poco mas interesante pero no se si al punto de que cada charla sea una discusión.
Besos y tranquila que no sos confusa ajajjaja.
Debiste ver la reacción a tu comentario, y acertaste en cuanto a sentirse superior jajaja.
BorrarEn cuanto la breve descripción que puse sobre el, tampoco quise decir que cada charla fuera una discusión, pero te aseguro que es una persona interesante :)
Un beso
Me gusta eso de ayudar a tu amigo :3 ¡Te nomine a un liebster award! http://festin-de-libros.blogspot.com/2016/05/mas-liebster-award.html
ResponderBorrarMuchas gracias por la nominacion, ya van tres así que es hora de escribir la entrada.
BorrarUn beso :)
No se si leerás la respuesta pero bueno, nuestro autor pensó que tu critica era para la historia y después entendió que hablabas sobre el.
ResponderBorrarEn cuanto a los párrafos ya me aclaro que si estaba separada pero cuando me lo envió se junto todo.
Muchas gracias por tu comentario :)
Genial! teneis razón que convivir y conocer a personas que salen de tus gustos sociales hasta topar con ideas y pensamientos muy diferentes es también parte fundamental para nuestro crecimiento, saber tolerarlas nos lleva un paso mas a esa amistad "irónica" muy agradable.
ResponderBorrarSigo insistiendo que este tío debería de abrirse un blog, por muy poco tiempo que le dedique.
Hola Helena!
BorrarCreo que fuiste la única que comprendió lo que quise decir en cuanto a este tipo de personas. Y créeme que ni yo se como he podido ser mas tolerante en este ultimo mes de lo he sido en toda mi vida.
Por ultimo creo que no te diste cuenta bien pero la persona que escribió esto no es la misma de la entrada anterior en esta sección.
Pero tranquila que Mike ya esta trabajando en su blog y pronto podrán leer mas de el aquí.
Un beso
"Y mientras atascaba con gula mi mente de pensamientos abstractos y nubes de hastío, había quienes ignoraban de todo y continuaban amenos, siguiendo el trazo inexorable de los bucles de las monotonías más grotescas que ofrece esta vida… " me pareció magnífico, gracias por compartirlo con nosotros Nadia.
ResponderBorrar"Y mientras atascaba con gula mi mente de pensamientos abstractos y nubes de hastío, había quienes ignoraban de todo y continuaban amenos, siguiendo el trazo inexorable de los bucles de las monotonías más grotescas que ofrece esta vida… " me pareció magnífico, gracias por compartirlo con nosotros Nadia.
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